Lucía y Vincent decidieron casarse en España y, en concreto, en el pueblo de Lu. El mismo que el mío.
La conocí cuando éramos pequeñas, ni mi madre ni la suya conseguían que comiésemos bien y desesperadas se quejaban mientras nosotras jugábamos como si no nos importase.
Más de veinte años después volvemos a cruzarnos y me pide que sea la que inmortalice su boda. Sí quiero. Cómo no voy a querer.
Que seáis felices hasta el infinito.